Derribando mitos es una campaña de la Federación Argentina de Destilados y Aperitivos, con el objetivo de eliminar el consumo de alcohol entre menores de edad y generar conciencia sobre sus efectos nocivos. A través de mitos comunes, buscamos informar con base científica y desmentir creencias erróneas, promoviendo una cultura de responsabilidad y cuidado.
¿Sabías que no es la mezcla lo que “pega mal”, sino el exceso?
Existe la creencia popular de que combinar diferentes tipos de bebidas alcohólicas —como vino, cerveza y whisky— provoca una resaca peor. Pero lo cierto es que lo que afecta a tu cuerpo no es la mezcla, sino la cantidad total de alcohol consumido.
Tu organismo no distingue si el alcohol proviene de una copa de vino o un trago de gin: lo que importa es cuánto alcohol estás incorporando. Cuanto más tomás, más trabajo le das a tu hígado, y mayor es el impacto en tu sistema nervioso.
Tomá con conciencia. Elegir bien no es solo saber qué tomás, sino también cuánto. Porque el exceso —no la mezcla— es lo que realmente “pega mal”.
¡Mito! Este es uno de los mitos más comunes sobre el alcohol.
El café puede hacerte sentir más despierto, pero no reduce el nivel de alcohol en sangre ni revierte sus efectos en el cuerpo. Es decir: podés estar más alerta, pero seguir igual de intoxicado.
💡 La verdad:
Sólo el tiempo permite que tu cuerpo procese el alcohol. Ni el café, ni el agua, ni una ducha fría “te curan”. Tu hígado necesita horas para eliminar el alcohol del sistema.
👉 Sentirte menos borracho no significa estar en condiciones.
Tomar café puede engañarte y hacerte subestimar los efectos del alcohol. Eso es lo verdaderamente peligroso.
Elegí bien. Elegí con conciencia.
¡Verdad!
El consumo de alcohol está asociado a un mayor riesgo de efectos cerebrales negativos y a un declive más agudo de las capacidades cognitivas. Esto incluye un riesgo superior de atrofia del hipocampo, una forma de lesión cerebral que afecta la memoria y la percepción espacial.
¿A qué se debe esta progresión del daño? Aunque no hay una respuesta definitiva, el sistema inmune está implicado. Si bien su función principal es proteger al organismo de agresiones externas, cuando se activa de forma crónica o desproporcionada, puede pasar de ser nuestro mejor aliado a una causa de enfermedad grave.
Por este motivo, los menores de edad nunca deben beber alcohol.
¡Mito!
“Estoy bien”, “no tomé tanto”, “puedo manejar”… Pero, ¿sabías que incluso pequeñas dosis de alcohol ya alteran tus reflejos?
Tus movimientos se vuelven más lentos, tu campo visual se reduce y tu capacidad para tomar decisiones rápidas se deteriora.
Esos segundos que perdés en reaccionar pueden marcar la diferencia entre evitar un accidente o no.
El alcohol no avisa cuándo empieza a afectar tu cuerpo: lo hace en silencio, pero de forma real.
Si vas a manejar, la mejor decisión es no tomar alcohol.
¡Mito!
La realidad es que todas las bebidas alcohólicas contienen, aproximadamente, la misma cantidad de alcohol por medida estándar.
Por ejemplo:
Una lata de cerveza (330 ml)
Una copa de vino (100 ml)
Un trago de whisky o destilado (30 ml)
Cada una de estas porciones tiene, en promedio, entre 10 y 14 gramos de alcohol puro, aunque el volumen y la concentración varían. Lo que cambia es la cantidad que consumís y el ritmo con que lo hacés, no el tipo de bebida en sí. Beber rápido y en grandes cantidades, ya sea cerveza, vino o whisky, afecta igual a tu cuerpo.
Tu cuerpo no distingue entre cervezas, vinos o destilados: lo que importa es la cantidad de alcohol que ingresa y cómo lo procesás.
Recordá que siempre es bueno intercalar el consumo de alcohol con la ingesta de agua y comida para atenuar sus efectos en el organismo. Y no lo olvides: si vas a consumir alcohol, hacelo ¡RESPONSABLEMENTE!
¡Mito!
Durante el embarazo no se debe tomar ni una sola copa. No existe una cantidad segura de alcohol. Ni una copa, ni un brindis ocasional: cualquier consumo puede afectar al bebé.
El alcohol en la sangre de la madre pasa al bebé a través del cordón umbilical. Esto puede causar aborto espontáneo, muerte fetal y una variedad de discapacidades físicas, intelectuales y del comportamiento para toda la vida.
Estar informado es cuidarte y cuidar la salud de tu bebé.
¡Verdad!
Sí, pero ojo: no impide la absorción del alcohol, sólo la ralentiza.
Cuando consumís alcohol con el estómago vacío, la absorción es más rápida porque pasa directamente al intestino delgado, donde se absorbe con mayor eficacia. En cambio, si comiste antes o durante, el alcohol permanece más tiempo en el estómago, lo que retrasa su paso al intestino y, por lo tanto, su ingreso a la sangre.
Esto no significa que el alcohol no se absorba, sino que lo hace de forma más lenta y progresiva. Esto reduce el pico de alcohol en sangre (BAC) y puede hacer que los efectos se sientan menos abruptamente.
⚠️ Pero es clave entender:
La comida no “anula” los efectos del alcohol.
Tarde o temprano, ese alcohol llega al torrente sanguíneo. Lo único que lo elimina del cuerpo es el tiempo y el trabajo del hígado, que metaboliza en promedio una medida estándar por hora.
¡Mito!
Aunque la intención pueda ser de cuidado, darle alcohol a un menor “para que aprenda” no es prevención: es exposición.
El cerebro adolescente todavía está en desarrollo, especialmente las áreas que regulan el autocontrol, la toma de decisiones y la gestión emocional. Introducir alcohol en esta etapa puede afectar esas funciones y aumentar el riesgo de consumo problemático a futuro.
Además, cuanto más temprano se empieza a beber alcohol, mayor es la probabilidad de desarrollar dependencia en la adultez.
Enseñar responsabilidad no es dar permiso, es poner límites claros, hablar abiertamente y acompañar sin romantizar el consumo.
¡Mito!
Lo que genera es una sensación engañosa de calor.
Cuando tomás alcohol, tus vasos sanguíneos se dilatan y la sangre fluye más cerca de la piel. Eso te hace sentir calor, pero en realidad estás perdiendo temperatura corporal.
Esto puede ser especialmente peligroso en ambientes fríos, porque tu cuerpo se enfría sin que te des cuenta.
Conclusión: el alcohol no abriga, enfría.
¡Mito!
Tu cuerpo necesita tiempo, no actividad física.
Ni correr, ni sudar en el gimnasio, ni beber litros de agua aceleran la eliminación del alcohol.
Es el hígado el que lo procesa, y eso lleva varias horas, dependiendo de cuánto tomaste.
Hacer ejercicio en estado de resaca o con alcohol todavía en sangre puede ser riesgoso: deshidrata más, afecta tu rendimiento y aumenta el riesgo de lesiones.
La única receta efectiva es el tiempo (y el descanso).